El sábado 17 de febrero, tras un periplo de algunas semanas sin ir por Córdoba, volví a salir a rodar con mis compañeros bartocalvos. Aunque en esta ocasión fue una salida multitudinaria, pues además de algunos integrantes del club (Kike, Mané, Javi Balaguer y yo mismo), salieron también con nosotros algunos conocidos (Chicote, Carbonell, Luis y otros), hasta alcanzar la impresionante cifra de diez personas en la salida. Incluso nos acompañó Birra, la perra de Carbonell.
Empezamos la etapa poco después de las 9:00h. Aunque la idea era no efectuar una etapa excesivamente exigente, empezamos con una buena manera de abrir boca: los Morales. Y como suele pasarme cuando vuelvo de Sevilla, empecé cebándome demasiado en la subida. Abrí fuego con algunas de las primeras rampas, lo que no estaba mal, pero tenieno en cuenta que me había abrigado más de la cuenta (tres capas de ropa térmica de invierno, guantes de neopreno, etc…) pronto empecé a sudar la gota gorda. Y en la primera de las paredes exigentes de Los Morales estaba ya con un calentón digno de mejores circunstancias. Lo malo es que había empezado a marearme. Así que opté por bajar un poco el pistón, recuperar el estado de ánimo, y descolgarme un poco para hacer de enlace con los rezagados, para no reventar a las primeras de cambio.
Por otro lado, teníamos una primera hora límite para subir Los Morales: Marcos y Ángel, en su entrenamiento para la Guzmán, llevaban desde las 8:00h dando pedales, y habíamos establecido un punto de encuentro en el Lagar de la Cruz a las 10:00h. Íbamos con algo de retraso. Así que tras superar la primera de las rampas duras de Los Morales, realizamos el resto de la subida a un ritmo razonablemente ágil. Aun así, no llegamos al Lagar hasta el filo de las 10:30h. A esas alturas, Ángel y Marcos ya habían estado allí, nos habían esperado, y se habían ido para no enfriarse.
Nosotros, por nuestra parte, hicimos una parada para comer algo, y a las 10:45h reanudamos la marcha. Tomamos el GR-48 para bajar a Las Jaras. Pero, a diferencia de lo que solíamos realizar, no abandonamos el GR-48 para entrar en Las Jaras pegando al embalse, sino que lo seguimos estrictamente, cruzando por encima de un puente medio derruido, y bajando por un sendero bastante estrecho por la margen derecha de la carretera. Pasamos junto al enlace con la vereda de Linares, y bajamos hasta la entrada de Las Jaras. Allí tomamos la vereda de la Pasada del Pino. Empezamos a ascender en dirección hacia el club de golf. Aunque la presencia del agua se dejaba notar, no se encontraba tan enfangado como cuando pasamos, en dirección contraria, a finales de diciembre. Así pues, llegamos a las inmediaciones del club de golf. Tuvimos que hacer una pequeña parada, pues Birra se había quedado atrapada entre dos cancelas, y no pudo seguirnos.
Una vez resuelto el incidente, terminamos de realizar el ascenso al club. Coronamos la subida al filo del mediodía, y una vez allí, tomamos la decisión de por donde volver. Aunque a priori se había hablado de realizar un descenso por Los Morales, a la hora de la verdad se decidió hacer una bajada por Avionetas Express. Dicho y hecho, hacia allá que nos encaminamos. Sin embargo, realizar esa bajada no era plato de buen gusto para todo el mundo, por lo que el grupo se partió en dos. La parte mayoritaria bajamos por Avionetas Express, y los más prudentes lo hicieros por Avionetas Normal, con la idea de reintegrarnos en la casa derruida que se encuentra a las espaldas de Santo Domingo.
Avionetas Express es una bajada por un cortafuegos brutal y peligrosa, con abundante piedra suelta y bastante traicionera. Y pese a todo, es sumamente divertida, aunque suele propiciar que la gente se pegue unos leñazos fenomenales. Y esta partida no fue una excepción. Carbonell sufrió abundantes percances, lo que, yendo con una rígida no cabe menos que calificar como una proeza, y Chicote sufrió también alguna caída que pudo ser bastante grave. Pero la piña de la jornada, más por aparatosa que por grave, la sufrió Javi Balaguer, que se salió del cortafuegos para acabar deteniéndose contra un pino. Todo ello, por suerte, sin consecuencias relevantes. Por mi parte, y ya habiendo rodado por Avionetas Express con una rígida, me lo tomé con calma con la doble equipada con la Sektor, por lo que no tuve incidentes, aunque realicé a pie más tramos de lo que sería de desear.
Llegamos a la casa derruida a las 12:45h. Nuestros compañeros se reincorporaron, tras haber sufrido también algún leñazo, pocos minutos después, y afrontamos la última parte de nuestra etapa. Vadeamos el arroyo Barrionuevo, y bajamos por la trialera, a toda velocidad, hasta llegar al arroyo Pedroche, primero, y hasta Puente de Hierro, después. Una bajada sin más inconvenientes, salvo el hecho de que al llegar a la fuente de la Palomera varios de los integrantes del grupo quedaron regazados, así que no quedó otra que reencontrarnos en el final de etapa, en el bar Chin, donde nos encontramos con lo más granado del ciclismo de montaña cordobés. Una excelente etapa, con un éxito de asistentes, y un gran final.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Los Morales – GR48 – Pasada del Pino – Avionetas Express
Etiquetas: arroyo pedroche, avionetas express, córdoba, gr-48, lagar de la cruz, las jaras, los morales, mtb, puente de hierro, vereda de la pasada del pino
El martes 28 de agosto, ya de vuelta en Córdoba, volví a salir con mis compañeros de aventuras y desventuras ciclistas. Venía pletórico de las etapas malagueñas, por lo cual una salida del club iba a ser algo que no pensaba perderme por nada del mundo. Y encima, teniendo en cuenta que iba a ser una de las salidas más multitudinarias en las que había participado, ya que saldríamos Ángel, Kike, Mané, Javi Aljama, Javi Balaguer y yo.
Salimos del Cámping a las 18:45h. Un poco tarde para lo que teníamos previsto, pero que ayudó a compensar el calor del día. Subimos por la Cuesta Negra para posteriormente enlazar con la subida de Santo Domingo. Abandonamos la carretera a la altura de las Salesas y nos encaminamos hacia el mirador de San José. Sin embargo, nos desviamos por una pista alternativa que pronto nos condujo hasta el comienzo del sendero local de Santo Domingo, a cuya urbanización llegamos a las 19:25h.
Desde allí nos decidimos a subir el 14% por carretera, y para ello, nada mejor que enlazar por la cuesta de “Los Morares” hasta el repetidor de la carretera. Esta vez la subida, al no ir morados, no fue tan divertida, aunque sí igualmente exigente. Kike incluso se marcó la heroicidad de superar el primer tramo de piedra tomando carrerilla y a toda velocidad, algo que no hubiera considerado posible de no haberlo visto.
Una vez en la carretera, empezamos a subir. Poco a poco el perfil fue haciendo criba, y no tardé en encontrarme en cabeza, gracias entre otras cosas a mi querida Larsen TT de 1.9” y al duro entrenamiento que entre Ángel y Málaga había sufrido en las etapas anteriores. Acabamos llegando todos al cruce del 14% al filo de las 20:00h. A esas alturas de la tarde se nos estaban acabando las opciones. La luz empezaba a declinar, y teníamos que decidir rápidamente por dónde bajar. Y tomamos la decisión equivocada: bajar Los Postes.
Tomamos, por tanto, el GR-48 en paralelo a la carretera de los Villares, hasta llegar a las cercanías del club de golf. Allí giramos a la derecha, para ir a la subestación de bombeo del gasoducto, que marca la brutal bajada de Los Postes. Y ahí empezó la debacle. Los especialistas en descenso (Mané, Ángel, Kike), afrontaron la bajada en excelentes condiciones. Ambos Javis lo hicieron con un magnífico aplomo. Y yo, por mi parte, lo hice como pude, hasta que me di cuenta de que me había quedado sin freno trasero. No frenaba: la maneta llegaba hasta el puño, y no disponía más que del freno delantero para no acabar con los dientes en un cucurucho. No me quedaba más remedio que bajar con calma.
Seguimos bajando por Los Postes hasta tomar el desvío a la derecha que lleva, por una estrecha senda, hasta la Meseta Blanca. Pero en vez de llegar hasta la Meseta, optamos por bajar por una torrentera que conduce directamente hasta el cortijo en ruinas de Barrionuevo (Muros). Sin embargo, tuvimos que hacer una parada inesperada debido a un pinchazo en la rueda trasera de Kike. La tarde empezaba a echársenos encima, aunque nos permitía tener una excelentes vistas del atardecer.
También aprovechamos para inmortalizar la salida, algo que hasta ese momento aún no habíamos hecho en condiciones:
Reanudada la marcha, dejamos atrás Muros y bajamos a toda velocidad por la trialera. O al menos a toda la velocidad a la que podíamos ir sin estamparnos en la oscuridad contra un alcornoque, ya que al ir por el fondo de un estrecho valle la luz que aún quedaba del día era considerablemente reducida. Pese a todo, llegamos sin novedad hasta Puente de Hierro, desde donde hicimos la subida por la pista convencional, en donde dí un nuevo arreón, porque, pese a todo, me encontraba pletórico de energía. Desde allí nos dirigimos al Barrio Naranjo, separándonos de Ángel y Kike, que tuvieron que volver a sus casas. Los dos Javis, Mané y yo compramos unas cervezas, y fuimos a mi casa a hacer un tercer tiempo de la etapa, algo que fue tremendamente de agradecer.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santo Domingo – 14% – Los Postes
Etiquetas: 14%, córdoba, gr-48, los postes, mtb, puente de hierro, santo domingo
El lunes 20 de agosto continuamos con una dinámica de gran actividad ciclista. En este caso se trató de una etapa en la que participamos Kike y yo. La idea era hacer algo tranquilo no excesivamente rodador por las proximidades de Córdoba… objetivo que conseguimos a medias.
Para evitar el fuerte calor del día empezamos a rodar al filo de las 20:00h en el Barrio Naranjo. Salimos por un descenso bastante abrupto junto al castillo del Maimón, que Kike hizo a las mil maravillas con su burra, pero que a mí me dio algunos problemas más con la mía. Rápidamente llegamos al pie de puente de hierro. Cruzamos el arroyo Pedroche y remontamos por la horrible subida del otro lado de la ladera de nuevo hasta el puente. Avanzamos sin mucho problema hasta llegar a la Carrera del Caballo. Durante un rato probé la bici de Kike, con sus plataformas. Tengo que admitir que eran bastante cómodas para rodar, y firmes para agarrar el calzado, pero fiel a mis viejas costumbres, me sigo decantando por los rastrales.
Desde la Carrera del Caballo tomamos el viejo camino de la cantera que lleva hasta el lago azul. Desde allí cruzamos el canal, y seguimos el recorrido de éste hasta cruzarnos con la vereda de Alcolea. Allí no pudimos menos que tomarla para hacer la vereda de Linares. Para mi sorpresa, una vez que pasamos el puente romano, vi que en fechas recientes habían pasado por allí una niveladora. Hay que admitir que facilitaba el tránsito por la vereda, pero por otro lado le quitaba todo el encanto de la subida pedregosa, y el posterior llaneo esquivando roderas provocadas por todoterrenos. En fin, algo menos de diversión en un recorrido siempre interesante.
Al llegar a la cancela, giramos a mano izquierda para enlazar con la vereda de Linares. Como siempre, este tramo fue sumamente divertido. Y por primera vez conseguí hacerlo entero, incluyendo el cruce del arroyo Rabanales, sin llegar a poner pie a tierra. Y a partir del arroyo, como siempre, el horror. Las dos subidas brutales, especialmente la segunda, que constituyen auténticas patadas en el pecho. Pero subida que hicimos como campeones. El problema era la hora: eran las 21:00h y todavía no habíamos empezado el descenso hacia la Ermita de Linares. Estaba claro que íbamos a tener un problema con la luz.
La bajada de Linares fue, como de costumbre, sumamente divertida, aunque la falta de luz la hizo algo más complicada que de costumbre. Una vez en Linares emprendimos el camino de vuelta por el trazado del Camino Mozárabe. Atravesamos sin especiales incidentes la zona de Torreblanca hasta alcanzar la N-432. A esas alturas el sol ya se había puesto, y la luz empezaba a escasear. Tuvimos que descartar nuestra idea original de bajar por la trialera hasta Puente de Hierro, y en su lugar seguimos por el viejo trazado de la vía del tren. Suerte que las bicicletas de doble suspensión hicieron su trabajo a la perfección.
Pero aun así la luz empezó a ser prácticamente nula. Por suerte Kike llevaba su linterna del chino, si bien hacía un año que no cargaba la batería. ¿Daría para llegar a casa? Sólo había una forma de comprobarlo. Seguimos el trazado de la vía hasta que la nueva variante de la N-432 nos obligó a tomar la carretera antigua. Desde allí cruzamos por debajo de la variante, y recuperamos el trazado de la vía. No nos quedaba más alternativa que cruzar por el Puente de Hierro… en la oscuridad. Y así lo hicimos. Andando, eso sí. Tampoco era plan jugarse el tipo porque sí.
Una vez que pasamos el Puente, cruzamos el Barrio Naranjo, y el parque de la Asomadilla. Llegué, sorprendentemente de una pieza, a casa pasadas las 22:00h.
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Naranjo – Carrera del Caballo – Vereda de Linares – Puente de Hierro
Etiquetas: Camino Mozárabe, canteras, carrera del caballo, córdoba, lago azul, mtb, n-432, puente de hierro, vereda de alcolea, vereda de linares
El viernes 22 de julio realizamos la primera etapa nocturna de la temporada en Córdoba, que espero sea la primera de muchas. Quedamos a las 20:45h en casa de Ángel el propio Ángel, Mané, Javi Balaguer, Marcos, José Anta y yo. Javi Aljama, que también tenía intención de venir sufrió los días previos a la salida un esguince de tobillo, por lo que por desgracia se tuvo que caer del cartel. Teníamos un claro objetivo para esta etapa, que no era otro que pasar por dentro del tubo que pasa por debajo de la N-432 a la altura de la Carrera del Caballo. Dicho y hecho, iba a ser divertido.
Salimos a las 21:55h de casa de Ángel, y nos encaminamos hacia Puente de Hierro, a realizar una breve bajada que Mané había experimentado en salidas precedentes. Así pues, cruzamos el Parque de la Asomadilla y el Barrio Naranjo, y no tardamos en salir a la antigua vía del tren de Almorchón. Llegamos justo hasta el Puente de Hierro, y allí Mané nos mostró la bajada: una escalofriante torrentera que se abre justo a la izquierda del pretil del puente, y que se despeña -o más bien hace que te despeñes- hasta alcanzar el arroyo Pedroches. Era descenso de bajar el sillín al tope. Mané y Ángel lo bajaron perfectos. Marcos y yo lo hicimos, a continuación, como pudimos. En mi caso, con el culo completamente apoyado en la rueda trasera. Tanto, que tenía mis dudas si en realidad estaba frenando con los frenos de disco o con el trasero. Jose y Javi, por su parte, también bajaron con precaución y sin demasiados problemas. En resumen, una bajada que era una buena manera de llegar sin dientes a casa a poco que te descuidaras.
Y la cosa no iba a hacer sino mejorar. Cruzamos el arroyo Pedroche y trepamos por una horrenda subida para alcanzar de nuevo la vieja vía. No pongo en duda que hacia abajo esa cuesta tiene que ser la bomba, pero hacia arriba es peor que un dolor de muelas. Aunque tengo que admitir que como reto no está nada mal. A esas alturas de la feria ya llevábamos las luces encendidas. Mané había sufrido un percance con su Lupichin de estreno (el bloque de baterías se había descargado sin razón aparente para ello), por lo que no le había quedado más remedio que llevar una luz del Lidl que dejaba bastante que desear, pero por suerte en ese tramo de la etapa nos apañábamos bien con el resto de luces.
Una vez en la Carrera del Caballo cruzamos al otro lado de la Nacional por el grupo de rotondas, y a la altura de la gasolinera de Repsol abandonamos la carretera, y retomamos el trazado de la vía… si bien con algún que otro problema, porque no dábamos con el sendero. Avanzamos en paralelo a la N-432, hasta llegar a la bajada que lleva hasta el tubo. En este tramo, en una pequeña subida sufrí un tirón en el gemelo derecho. Malas sensaciones que llevaban acompañándome desde hace algunas semanas habían hecho acto de presencia. No me quedaba más remedio que contemporizar un poco… o eso pensaba yo. Realizamos la bajada hasta el tubo sin más percance que una caída de Javi, afortunadamente sin mayor consecuencia. Y allí estábamos: el tubo.
110 metros de longitud, 1’8 metros de diametro, y 50 metros de tierra por encima. ¡Era la bomba! Sólo lo había cruzado una vez con anterioridad, en el año 2009, de día, en solitario, y sin luces. Esta vez éramos seis, de noche y con luces. ¿Cuál fue el resultado? Pues el que se puede imaginar:
Una vez pasado el tubo, y a diferencia de lo que hice en el 2009, bordeamos el arroyo Pedroche por su margen izquierda, hasta alcanzar el camino de la cantera de Santo Domingo. Estábamos ya al filo de las 23:00h, y teníamos aún que llegar hasta Santo Domingo, donde nos esperaban Enrique, Juan, Carlos, Inma y algunos amigos más. Íbamos tarde, muy tarde. Por ello subimos la cuesta de la cantera hasta el cortijo de Los Velascos a toda velocidad, lo que hizo que el propio Jose, aún novato en estas lides las pasara canutas. Pasado el cortijo, bajamos hasta el arroyo Santo Domingo y seguimos avanzando hasta la cantera.
Decidimos sacrificar parte del recorrido (subida por la cantera, para luego ir a la ermita y bajar hasta el lago desde ella), y enfilar directamente hasta Santo Domingo, y desde allí al bar donde nos esperaban. Y así, sin detenernos apenas, afrontamos la escalofriante subida de grava que antecede al monasterio, con sus rampas del 19%. Y con un calor de 31ºC. Llegamos a las 23:25h. Había sido duro, muy duro. Pero mereció la pena.
Y es que nos pegamos un magnífico homenaje a base de morcilla, flamenquines, ensaladilla, japuta, croquetas, y por supuesto, jarras y jarras de cerveza. Valga decir que una parada que habíamos previsto de media hora, a lo sumo, se prolongó hasta la hora y media larga. Así que creo que no es necesario decir que cuando nos decidimos a volver a montar en las bicis nos encontrábamos algo perjudicados. Habíamos decidido subir el 14%, y desde allí enlazar con la bajada de Los Morales… y ya se vería desde allí. Jose a esas alturas se vio obligado a abandonarnos, merced a obligaciones familiares. Así que el quinteto restante afrontamos una nueva subida, desde el restaurante hasta la antena de comunicaciones del 14%. Habida cuenta del objetivo que teníamos por delante, y de lo alegres que íbamos, no tardamos en bautizar la subida como “Los Morares”.
No recuerdo haber hecho una subida más divertida en mucho tiempo. Divertida pese a que cada 50 metros me iba metiendo directo contra un arbusto, y dejándome las piernas hechas un cristo. Para apenas 400 metros de subida lo estábamos pasando como enanos… hasta que sobrevino la debacle: la luz del Lidl de Mané dijo basta, y dejó de alumbrar. Vista la situación, llegamos hasta la antena, y decidimos qué hacer.
Tras evaluar las circunstancias, optamos por lo más sensato -lo cual, dicho sea de paso, es sorprendente-: recoger bártulos y volver a casa. Realizar un descenso como Los Morales a oscuras no es algo especialmente recomendable. Bajamos por la carretera del 14%, hasta tomar un enlace a mano derecha que lleva hasta el Cerrillo. Pese a que habíamos optado por lo más razonable, no íbamos a hacer todo lo razonable. Al menos el tramo final de Los Morales, el correspondiente a la Huerta de Hierro, íbamos a hacerlo. Y así fue. Conseguimos apañarnos con las cuatro luces que nos quedaban para hacer el descenso. Y ya una vez en la civilización, la vuelta a casa por Sansueña no fue más que un puro trámite. Llegamos a casa de Mané a las 1:35h, habiendo recorrido tan sólo 17 kilómetros. 17 kilómetros, eso sí, a un ritmo frenético, que nos depararon enormes dosis de diversión, sangre, sudor… y birra. ¡Ah! Y un grito de guerra:
¡¡¡Espartinas!!!
Los datos de la etapa son los siguientes:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Nocturna Carrera del Caballo – Tubo N-432 – Santo Domingo – Huerta de Hierro
Etiquetas: 14%, carrera del caballo, córdoba, los morales, mtb, n-432, puente de hierro, santo domingo, tubo
El domingo 12 de febrero realicé una de las etapas más brutales de las que he hecho hasta el momento. Hay que admitir que no se trata de la más dura en cuanto al recorrido de las que hasta ahora haya disputado, sino ,por la combinación de recorrido, distancia, perfil ym sobre todo, climatología.
Durante la semana anterior habíamos estado el grupo de amigos de Córdoba disparatando sobre recorridos brutales para hacer con la bici en ese fin de semana, y finalmente habíamos consensuado un recorrido al que denominamos “Brutal2″: Loma de los Escalones – Cuesta de Arrastraculos – Cerro Muriano – El Vacar – Cerro Muriano – Torreárboles – Los Postes – Meseta Blanca – Trialera. Un disparate largo, duro y, como su nombre indicaba, brutal. Una etapa que nos iba a obligar, dado su kilometroaje, a salir bien tempranito en la mañana. Con lo que no contábamos es que íbamos a salir en el que probablemente fuera el día más duro de lo que llevábamos de invierno.
Así pues, recogí bártulos de Málaga y regresé a Córdoba la víspera de la etapa, dispuesto a realizar la etapa brutal. Por suerte para mí, seguía teniendo en Córdoba mi ligera Fuji. Cuando llegamos, tentado estuve de reemplazar la cubierta Small Block Eight de 2.1” trasera por la veterana Larsen TT de 1.9”. Pero teniendo en cuenta que la bajada de los postes era parte del recorrido, opté por conservar una cubierta con algo más de superficie. Si hubiera sabido lo que acabaría pasando, habría optado sin dudarlo por la Larsen.
Habíamos quedado para comenzar la etapa a las 8:30h del domingo. Cuando asomé la cara a la calle, un poco antes de la hora fijada, tuve una indudable confirmación de que la etapa iba a ser sumamente dura. Se me helaron hasta las ideas. El termómetro de la bici indicaba -1.5ºC. Y aún estábamos en la ciudad. Poco a poco fueron apareciendo Marcos, Ángel y Mané. Auténticos héroes. Pero el más heroico de todos, a esa hora de la mañana, fue Javi Aljama, que había bajado todo el Brillante hasta el punto de encuentro. Teniendo en cuenta la velocidad de bajada y la temperatura en la Sierra, la sensación térmica de que tuvo que sufrir en la bajada era de -18ºC.
Merced a un pinchazo de Mané, acabamos empezando la etapa al filo de las 9:00h. Nada más salir realizamos la primera variación sobre el recorrido previsto: para enlazar con la Loma descartamos subir desde el puente romano del arroyo Pedroche, sino que optamos por cruzar el barrio Naranjo, bajar hasta Puente de Hierro, y subir por la trialera. Una mala decisión. Nada más entrar en la trialera, la temperatura descendió hasta los -3ºC, y a medida que íbamos remontando el arroyo, la temperatura seguía bajando. Pasamos la fuente de la Trinidad, que se encontraba helada, y seguimos subiendo, y la temperatura cayendo. Llegamos a alcanzar los -5.6ºC. Ángel y yo nos encontrábamos razonablemente bien, ya que ambos llevábamos guantes de invierno -de neopreno, en mi caso- que nos hacían soportar el frío en las manos bastante bien. Pero Marcos, Javi y Mané, pese a llevar guantes largos, eran guantes convencionales. Ellos llegaron a sufrir rigidez en los dedos, lo que les imposibilitaba accionar las manetas de freno. Para nuestro horror, pronto descubrimos que el agua de los camelback se nos había congelado en el tubo. Y es que a esas alturas hacía una temperatura más agradable en el interior de nuestras neveras.
Paramos un momento al llegar a la pista de la cantera, para entrar un poco en calor al sol. Llegamos Ángel, Javi, Marcos y yo. Pero Mané no aparecía. Marcos se dio la vuelta, y se lo encontró sentado en una piedra, aterido de frío, y con la braga protectora cubierta de escarcha, de su propio vaho. Le había dado un bajón en la subida, y se había tenido que sentar mareado. Cuando se unió a nosotros, vino con la intención de darse la vuelta. Y es que, para entrar en calor en la trialera, habíamos marcado un ritmo intenso, lo que le había provocado un choque térmico.
Pese a todo, tras unos veinte minutos de descanso, en el que subimos hasta la maravillosa temperatura de -1.5ºC, Mané decidió continuar con nosotros. Subimos a ritmo tranquilo la pista de la cantera hasta la carretera, y atravesamos la urbanización Torreblanca. Posteriormente tomamos el Camino de Santiago, y empezamos, sin muchos más trámites, el ascenso de la Loma de los Escalones. Como hito llamativo personal, es la primera vez que conseguí realizar todo el tramo justamente anterior a la Virgen de Linares sin poner pie en tierra en ningún momento, incluyendo el pequeño cortado que hay justo antes del descenso.
No dejamos de constatar que el número de gente que nos encontrábamos era bastante más menguado que el habitual en cualquier otro domingo. Y es el que el frío estaba haciendo estragos. Iniciamos la subida a las 10:00h, y tardamos 37 minutos en subir hasta la curva del Frenazo. Contra lo habitual en otras ocasiones, no realizamos prácticamente parada alguna en ningún tramo. Y es que Ángel y Mané optaron por no interrumpir la marcha, y seguir con el ritmo que se habían conseguido marcar.
Apenas nos detuvimos, igualmente, en la curva, y atacamos la subida sin mayor dilación. Arrastraculos nos estaba esperando. Subimos todo el rato por el Camino Mozárabe, y tampoco Arrastraculos se nos resistió. Así llegamos a la primera cota de la etapa, en la que -de nuevo- tampoco nos detuvimos, ansiosos como estábamos de llegar al Muriano y meternos algo caliente entre pecho y espalda. Entramos en Cerro Muriano a las 11:00h, y paramos en el bar de la entrada del pueblo a comernos unas tostadas con unos cola-caos bien calientes. Y es que aunque Marcos y yo preferíamos ir a la churrería del final de la barriada, hay que admitir que allí hubiéramos tenido que estar a la sombra, y en ese bar podíamos estar sentados ricamente al sol. Algo que, la verdad, nos hacía bastante falta. Nos demoramos tres cuartos de hora, desayunando tranquilamente y entrando en calor, algo a lo que -en el caso de Ángel, Mané y yo- ayudaron sendas copas de Machaquito Seco bidestilado. 55º alcohólicos que compensaban los -5.6ºC que habíamos tenido que sufrir. Y que nos acompañarían, regusto anisado mediante, el resto de la etapa.
Como decía, reanudamos la etapa a las 10:45h. De ahí en adelante teníamos 14 kilómetros de pedaleo hasta llegar a la siguiente parada del día: El Vacar y su castillo. Aunque el terreno era desconocido para nosotros, lo teníamos fácil para llegar. Se trataba tan sólo de seguir las fechas amarillas del Camino Mozárabe y los postes blancos y rojos del GR-48 (he de hacer constar que mi querencia por este apasionante recorrido me está ya causando ser objeto de algunas bromas por parte de mis amigos; pese a todo os quiero igual, malditos. )
Nada más salir del Muriano nos encontramos con una sorpresa: lo que teóricamente tendría que ser una senda paralela a la carretera, había sido convertido en todo un carril bici que llevaba más allá de la base militar. Y de color verde. Esta sorpresa nos permitió rodar de manera bastante cómoda en ese rato, pero hay que admitir que resultaba un tanto aburrida.
Poco después de la base, a la altura de la estación de Obejo, acabó el carril-bici. Desde allí encontramos lo que habíamos esperado: senda. Y como hacía el GR-48 en la zona de Los Villares, corría paralela a la carretera, realizando abundantes subidas y bajadas. Al menos hay que admitir que eran menos intensas que en Los Villares. En una de ellas tuve el percance del día: un arroyo había excavado un profundo tajo en el camino, que no obstante, se podía cruzar sin excesivos inconvenientes… salvo que, como en mi caso, te desviaras un par de centímetros de más a la izquierda: bloqueé la rueda en la bajada, y salí despedido sobre el manillar contra el talud. Por suerte, pude amortiguar la caída con los brazos, y me evité sufrir un golpe seco como en la Cañada de la Barca (cuyas consecuencias aún estoy sufriendo). Aun así, a decir de Mané, que iba detrás mía, la caída fue peligrosa.
En fin, sin mayor percance, volvimos a rodar. Pasados estos tramos de subidas y bajadas por bosque mediterráneo, salimos a un tramo de dehesa más abierto, y más amigable para rodar. O lo hubera sido si no hubiéramos encontrado algunas zonas embarradas, que nos dieron algún que otro susto. Lo que seguía impresionándonos es que, a esas alturas del día (pasaba ya del mediodía), siguiéramos encontrándonos charcos congelados. Sería una tónica de todo el día.
Llegamos a El Vacar a las 12:45h. Cruzamos rápidamente la aldea, y avanzamos hasta las estribaciones del castillo. Y es que no íbamos a llegar hasta allí, y luego no subir -qué menos- hasta la fortaleza de Mano de Hierro. Al menos, eso es lo que yo pensaba. Pero cuando llegamos hasta allí, Mané, que seguía con el cuerpo descompuesto desde la trialera, y Ángel, que en un alarde de osadía estaba haciendo la etapa con su bicicletón de descenso, dijeron que allí se plantaban, y que ellos se iban de birras a El Vacar.
Así pues, sólo Javi, Marcos y yo realizamos la subida al castillo. Y es que como bien dijo Javi, cuando sugerí que si no íbamos al castillo siempre sería una excusa para volver, iba a subir al castillo con tal de no tener que volver nunca hasta ahí. La subida no tuvo nada de especial. Fueron apenas 300 metros desde la zona en la que nos habíamos detenido, y nos proporcionó una excepcional visita al castillo.
…así como unas inmejorables vistas de la zona (y del dedo de Marcos):
Así como un buen rato de palique:
…hecho lo cual, rodeamos completamente el castillo, y emprendimos la vuelta a El Vacar, decididos a no hacer esperar excesivamente a nuestros amigos. Y es que pese a lo avanzado del día, la temperatura seguía siendo bastante fría: 12ºC. Aunque la verdad sea dicha: a esas alturas quien más quien menos de nosotros tenía casi calor después de lo pasado.
Llegamos poco después a El Vacar, donde encontramos rápidamente a Ángel y Mané, que ya habían dado buena cuenta de una ronda de cervezas. No nos quedó menos que unirnos a la fiesta.
Dimos por finalizada la escala técnica a las 13:30h. Era ya sumamente tarde y aún teníamos que volver hasta el Muriano, realizar la subida a Torreárboles y la bajada de los Postes. Al menos, esa era la teoría. Teoría que estaba claro a esas alturas que difícilmente íbamos a cumplir. Viendo el percal, decidimos parar a comer en Cerro Muriano, y ver qué plan adoptar a partir de entonces. La vuelta fue bastante más rápida que la ida, ya que la tendencia general del tramo era en subida hacia El Vacar. Tanto fue así que tardamos apenas 50 minutos en realizar la vuelta, frente a la hora y media que habíamos empleado en la ida. Y seguíamos encontrándonos, casi a las dos de la tarde, charcos congelados:
Tan rápido volvimos, que Marcos y yo aprovechamos la parte del carril-bici para hacer relevos a toda velocidad. Demasiada velocidad: los de las rígidas dejamos atrás a los de las dobles en un abrir y cerrar de ojos. Reagrupados a la entrada del Muriano, volvimos al mismo bar de la ida. El menú cambió un poco con respecto a la ida: flamenquín con patatas y dos huevos fritos, que cayeron en un visto y no visto.
Allí decidimos, por lo avanzado del día y por el mal cuerpo que tenía Mané (del frío ni siquiera se quitó el casco durante la comida) recortar la etapa. Tuvimos una pequeña discusión acerca del mejor camino de vuelta (carretera hasta los Villares, y desde allí bajada por el 14%, salvo Javi que enlazaría con las Ermitas; o bien Loma de los Escalones y trialera), en la que finalmente decidimos bajar por la Loma, la opción preferida por Mané.
Eran las 15:30h cuando emprendimos la última fase de la etapa. Salimos del Muriano -por vez primera- por carretera, y realizamos íntegramente por ella la bajada hasta la curva del Frenazo. Fue en este tramo donde alcanzamos la punta de velocidad del día (60’9 km/h en mi caso, sin dar pedales). Desde allí tomamos la pista hasta la Loma, y realizamos la bajada. Una bajada sin gran novedad, salvo el comprobar de nuevo cómo de diferente es realizar esa bajada con una rígida frente a una doble. Y es que ya estaba empezando a olvidarlo. ^_^u
Una vez en Linares, la vuelta la hicimos por carretera hasta Torreblanca. Allí desandamos el camino hecho a la ida, y bajamos por la trialera hasta el Puente de Hierro. Nos despedimos de Javi junto al castillo del Maimón, ya que él optó por dirigirse a su casa enlazando por la parte alta de la calle San José de Calasanz. Nosotros, por nuestra parte, cruzamos el Naranjo, y salimos a casa por el Parque de la Asomadillo. Allí Mané y yo nos separamos de Marcos y Ángel, que emprendieron el descenso a sus casas. Mané y yo llegamos a las nuestras a las 16:35h. Tras más de siete horas y media de durísima etapa. Pese a haberla recortado sustancialmente. Y es que la etapa había finalmente no había sido la “Brutal2″ que habíamos planeado. Como dijimos medio en serio, medio en broma, se había quedado en “sólamente bruta.”
Los datos de la etapa están esta vez algo más menguados. Debido al enorme frío de la etapa, mi pulsómetro no funcionó adecuadamente, por lo que tan sólo tengo disponibles los datos de velocímetro y GPS, más la información de kilocalorías de Javi Aljama:
Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Córdoba – El Vacar
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