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19 abr 06 El Renault 21 (a.C.)

Para entender mejor algunas de las aventuras de esta Semana Santa es necesario hablar un poco del Renault 21 de Juan, el hermano de Ana. Para ser exactos, es un Renault 21 GTD Manager, del año 87 u 88. Es el coche que utilizaba para ir al curro (ya que también tiene un Seat Córdoba que lo cuida como las niñas de sus ojos), aunque desde que se casó estaba “abandonado” en casa de su madre. De un tiempo a esta parte el cuñado de Ana lo utilizaba para lo mismo, y su estado de conservación era, por decirlo suavemente, francamente lamentable.

Renaul 21

Ya desde la primera vez que lo ví su estado de conservación me pareció horrible, pero la verdad es que el coche tiraba bastante bien, y para moverse por los alrededores de Pontevedra se bastaba y se sobraba. Pero al ir al detalle, salía de todo: la carrocería estaba corroida, el cierre del maletero roto y sujeto con cinta aislante, la manilla de la puerta del acompañante reventada, los elevalunas cascados, un palier estaba tocado y metía unos ruidos horribles al girar la dirección al tope… Y cuando lo cogí la primera vez, para ir al lavacoches (fue la mañana de la boda) me quedé con el pomo de la palanca de cambios en la mano, y al lavarlo se le cayeron los cabezales que proyectan agua al parabrisas. En fin.

La segunda vez que lo vi, el coche había mejorado: tenía un pomo nuevo, de esos de tuning color azul eléctrico, pero que quedaba tan sumamente alto (casi a la altura a la que se sujeta el volante) que más que conducir un coche daba la impresión de que conducías un camión. Era divertido. Por lo demás, igual.

Cuando llegamos esta Semana Santa, todo eso seguía como antes, pero “corregido” y empeorado: la puerta del conductor no abría, la luna trasera izquierda se caía si pasabas por zonas de muchos baches, el mando a distancia de las puertas ya no funcionaba, medio cableado de la radio estaba colgando… y el pomo nuevo había desaparecido. Lo habían robado, de tal manera que sólo quedaba la barra del cambio de marchas. Creo que el cuñado de Ana usaba una bola de papel de periódico para que no le molestara en la palma de la mano, cosa que explicaba por qué estaba el coche lleno de papeles viejos. Una cosa tremenda. Eso sí, el coche seguía tirando de lo lindo. Y la radio seguía funcionando.

Así que nada: lo adecentamos un poco y a tirar millas con el coche. Daba la impresión de conducir una fragoneta con los malacatones por ahí, pero con semejante cosa nos cruzamos media provincia de Pontevedra, y el norte de Portugal.

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