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18 nov 12 Etapa ciclista: Santiponce – Las Pajanosas (01/11/2012)

El día de Todos los Santos de 2012, jueves festivo, volví a salir a rodar un poco por la provincia de Sevilla, con la idea de ir recuperando algo de forma para la gran etapa que tenía pocos días después por delante: la VI Marcha Cicloturista de Fuente Obejuna, y cuya preparación había tenido que abandonar debido a una molesta y persistente lesión de espalda.

El 1 de noviembre comencé a rodar a las 9:20h, de nuevo en solitario. Tenía en mente hacer una buena kilometrada, subiendo por la vía verde de Itálica hasta el cauce del río Guadiamar, y desde allí descender por el corredor verde homónimo hasta las cercanías de Sanlúcar la Mayor, para volver posteriormente a casa por Villanueva del Ariscal y Salteras. Unos 70-75 kms. sobre el papel. Pero pronto me di cuenta de que iba a tener que abandonar dicha intención.

Salí de Santiponce para dirigirme a la vía verde por el camino agrícola de costumbre. Pero fue llegar allí y darme cuenta de que la situación, debido a las lluvias de la semana, había empeorado considerablemente con respecto al domingo anterior. El camino, pese a la pendiente, se había convertido en un auténtico barrizal que atrapaba las cubiertas y hacía casi imposible rodar. Y eso que apenas había salido de casa. Ya antes de alcanzar la vía verde me vi obligado a detenerme a retirar algo de barro de las cubiertas y del cuadro, ya que amenazaba con bloquear la rueda. El día prometía ser complicado.

Una vez en la vía verde la situación, al igual que el domingo anterior, mejoró sensiblemente, pero sin llegar a ser en ningún momento una maravilla, especialmente en el caso de mi cubierta trasera, una Small Block Eight de 2.1”, poco indicadas para ese barro pegajoso y denso. Pero lo peor aún estaba por llegar. Pasé el puente sobre el arroyo del Judío, y dejé el tramo civilizado de la vía verde. Tenía por delante unos 2.7 kms hasta llegar a la carretera, pedregosos en su mayor parte, y por tanto poco proclives a embarrarse, pero el tramo final antes de llegar a la carretera transcurría por una planicie rodeada de cultivos. Iba a ser complicado.

Fuji embarrada

Fuji embarrada

Y lo fue. O mejor dicho, no fue exactamente complicado. Fue imposible. En efecto, pasé sin excesivos problemas la parte pedregosa de la vía verde, pero al internarme en la planicie agrícola pronto me quedé clavado en el barro. Se formaron tres enormes pellas de barro pejagoso, en la horquilla delantera, en el freno trasero y en el cambio, que pronto hicieron imposible rodar. Tanto fue así que un grupo de marchadores de fondo, que había pasado un rato antes, me volvieron a pasar a mí, llegando antes que yo a la carretera. Yo, por mi parte, tras retirar algo de ese pesado barro de la bici, no tuve más remedio que cargármela al hombro para poder salir de ese atolladero. Pero no salí indemne. Ese barro se adhirió a mis botas de campo, convirtiéndolas en sendos bloques de arcilla que no había prácticamente manera de mover. Tardé casi un cuarto de hora en recorrer 500 metros de recta. Horroroso.

Y las noticias, al llegar a la carretera, no eran mejores. Allí me encontré con un grupo de ciclistas que me informaron de que el tramo de vía verde camino de Aznalcóllar estaba aún peor. Así que el día había quedado arruinado. Ante esto, no me quedó más remedio que tomármelo con filosofía, y rescatar lo posible del desastre. Tocaba una etapa de asfalto. Así pues, tras quitar algo más de barro, tomé la carretera en dirección a la N-630: decidí cambiar de objetivo, y subir por asfalto a Las Pajanosas. Hice una pequeña parada técnica en la Venta de Ana Velázquez para limpiar la bici y a mí mismo del nefando barro arcilloso, tras lo cual retomé mi marcha hasta Las Pajanosas, a donde llegué a las 11:00h.

Allí hice una breve parada, antes de emprender la bajada a Guillena por la carretera del zoo. Desde Guillena tenía la intención de dirigirme a Torre de la Reina y a continuación, Alcalá del Río y La Algaba. Pero al no encontrar una buena señalización de cómo hacerlo, y dado que el día empezaba a amenazar lluvia, opté por ser más conservador, y volver directamente a Santiponce por la N-630.

Dicho y hecho. Remonté de nuevo hasta la N-630 a la altura de la Venta, y volví sin más inconveniente a Santiponce, dándome incluso el gustazo de adelantar a un ciclista de carretera, por el camino, gracias a la Small Block Eight que había inflado hasta los 5 kg/cm^2 con anterioridad. Finalicé el recorrido a las 11:50h; una etapa que no se parecía en nada a la que había planificado, pero que había valido la pena.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: S/D
  • Distancia (según el GPS): 43’226 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 03m 06s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 27m 03s
  • Velocidad media: 21’07 km/h
  • Velocidad máxima: 49 km/h
  • Pulsaciones medias: S/D
  • Pulsaciones máximas: S/D
  • Consumo medio de calorías: S/D
  • Consumo máximo de calorías: S/D
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: S/D
  • Consumo total de calorías: 2001 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 33CC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santiponce – Las Pajanosas

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18 nov 12 Etapa ciclista: Santiponce – Depósito de aguas del Aljarafe (28/10/2012)

El domingo 28 de octubre, el último del mes, salí a rodar un poco por las cercanías de Santiponce, a la poco habitual hora -a estas alturas del año- de las 8:00h. Aunque hay que decir que la cosa tenía algo de truco, porque ese día se había producido el cambio de hora, por lo que, pese a ser oficialmente las 8:00h, la sensación que tenía en el cuerpo era la de salir a la hora habitual, las 9:00h.

Se trató de una salida no programada, por lo que no conté en ella con mis compañeros habituales, tratándose, por lo tanto, de una salida en solitario. Y como tal, fue una salida un poco a ver lo que salía, sin tener un itinerario prefijado.

Así pues, salí de Santiponce y remonté un camino agrícola hasta llegar a la Vía Verde de Itálica. Las recientes lluvias caídas en la zona se dejaban notar en el terreno, que ya empezaba a encontrarse blando y embarrado. Un barro típico de la campiña sevillana, arcilloso, pegajoso, y enormemente molesto. Por suerte pronto llegué a la vía verde, y pude rodar sin problemas por ella. Pasé el puente sobre el arroyo del Judío, y seguí hasta alcanzar la carretera de Salteras.

Desde allí decidí que esa mañana iba a subir hasta el depósito de aguas del Aljarafe. Por ello, tomé la carretera en dirección a Salteras, hasta llegar a una estación de paneles solares. Allí dejé la carretera, para tomar un camino que bordeaba los paneles, con la esperanza de que se prolongara hasta la cercana Ruta del Agua. Esperanza futil, ya que al dejar atrás los paneles solares me encontré metido en mitad de un sembrado. Y puestos a haber llegado hasta allí, y viendo en lontananza la Ruta, no tuve menos que seguir adelante, sembrado a través, hasta alcanzar el camino. Cosa que pude hacer con bastante suerte, ya que esa zona no se encontraba tan embarrada como otras por las que había circulado.

El resto de la jornada no tuvo mucha más enjundia. Ascendí hasta el depósito de aguas, que se encontraba batido por todos los vientos del mundo, y posteriormente retorné a casa por la Ruta del Agua, a una hora en la que los ciclistas poco a poco se iban dejando ver por la zona.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 27’380 km.
  • Distancia (según el GPS): 27’185 km.
  • Tiempo de etapa: 1h 34m 03s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 1h 37m 09s
  • Velocidad media: 17’5 km/h
  • Velocidad máxima: 51’3 km/h
  • Pulsaciones medias: 152 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 180 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 1110 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1390 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 23m 09s
  • Consumo total de calorías: 1807 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 40BC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Santiponce – Depósito de aguas del Aljarafe

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27 oct 12 Etapa ciclista: Ruta del Agua – Estación de Gérgal (21/10/2012)

El domingo 21 de octubre, después de una larga lesión que me ha tenido más de un mes en el dique seco, volví a rodar por Sevilla. Para esta ocasión escogimos para rodar una etapa bastante manida, pero que me permitiría probar qué tal estaba tras cinco semanas sin dar pedales -salvo algo de rodillo-, y que tenía buenos alicientes: un kilometraje aceptable (en torno a los 40 kms), un perfil bueno, y un firme en buenas condiciones, perfecto para que mi maltrecha espalda no se resintiera demasiado.

Así pues, salimos de Las Pajanosas Sergio, Miguel, José Antonio y yo al filo de las 9:15h. La mañana se presentaba fría, rondando los 11ºC, pero clara y despejada. Salimos, como de costumbre, de Las Pajanosas en bajada. Así que para entrar un poco en calor, y recuperar sensaciones ya casi olvidadas, me puse a tirar un poco, para estirar músculos. Pero todos nos tomamos ese arreón inicial por la tremenda, y a partir de ahí se desató la locura: empezamos todos a tirar como si el mañana no existiera. Además, una vez entramos en el tramo restringido nos encontramos con diversos grupos ciclistas -esa manaña el tramo restringido se encontraba sumamente transitado-, por lo que seguimos con la dinámica de seguir tirando y tirando. No en balde, en los 20 kilómetros hasta La Cantina mantuvimos una media de casi 19 km/h, y eso contando una pequeña parada intermedia para atender la llamada de la naturaleza.

Decía que la ruta del agua se encontraba muy transitada esa mañana, y no exagero. Por segunda vez nos encontramos con el Trail Turdetania de ultrafondo, una competición de carrera campo a través que realiza el recorrido de El Guillenazo entre Guillena, la Cantina, Castilblanco y la trialera del Camino de Santiago. Unos auténticos héroes.

Nosotros, por nuestra parte, llegamos a La Cantina a las 10:15h. Hicimos una pequeña pausa para recuperar fuerzas y cambiar impresiones, y nos pusimos de nuevo en marcha a las 10:35h. A esa hora de la mañana el tiempo había mejorado bastante: el sol calentaba y casi empezaba a sobrarme alguna de las dos capas de ropa que llevaba esa mañana. Pero pronto nos volvió a hacer falta: por variar un poco, decidimos no emprender la vuelta directa por el tramo restringido, que era lo previsto, sino bajar hasta el ferrocarril minero y descender hasta la estación de Gérgal. Al bajar hasta el nivel del pantano el frío volvió a hacer acto de presencia, ya que nos encontrábamos en la umbría y cerca del agua. Agua escasa, pues el pantano estaba casi seco a esa altura, pero aún así dejaba notar su influencia.

Descendimos por la trinchera del ferrocarril, donde el efecto de las recientes lluvias se dejaba notar. el firme estaba algo embarrado y había un leve verdor que denotaba el crecimiento de vegetación y musgo. Una auténtica delicia, pero algo resbaladizo al llegar a los tramos con derrumbes. Fue precisamente en uno de ellos donde Miguel sufrió una caída, que físicamente no tuvo consecuencia alguna, pero en la que partió una de sus manetas de freno.

Aun así decidimos continuar. Pasamos el túnel, y encaramos el segundo tramo del ferrocarril, allí donde tuvimos problemas con lo cerrado del follaje a principios de verano. Sin embargo, a estas alturas del año la vegetación era menos abundante, por lo que pudimos pasar de manera mucho más cómoda. Avanzamos hasta la Estación de Gérgal, donde paramos a tomar algunas fotografías.

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Allí decidimos, debido al daño en el freno de Miguel, volver a la ruta del agua, pese a que el cuerpo me pedía seguir descendiendo por el viejo ferrocarril: el agua había descendido al menos un par de metros desde el comienzo de verano, y tenía curiosidad por saber hasta dónde podríamos llegar en esa ocasión. Pero, por una vez, la cordura se impuso, y volvimos sobre nuestros pasos.

A diferencia de la vez anterior, esta vez teníamos identificado a la perfección por dónde enlazar con la ruta del agua. Retrocedimos unos 300 metros, hasta dar con una pista que ascendía, en fuerte subida, hasta el tramo restringido. Y aunque la subida era corta, apenas unos 600 metros, las rampas iniciales eran sencillamente brutales. Por suerte, pronto se atemperaban, para llevar a la ruta del agua con apenas un suave desnivel.

Eran las 11:25h cuando retomamos la marcha, definitivamente ya de vuelta a Las Pajanosas. A esas alturas llevábamos entre pecho y espalda 25 kms. de etapa. Y para no variar, marcamos un ritmo brutal, con una media de 20 km/h. Pero la mañana se había ido poniendo peor en lo climatológico. El cielo, poco a poco, se había ido cubriendo y amenazaba lluvia, además de correr un viento frío que nos helaba. Y para colmo, la espalda había empezado a molestarme. Salimos del tramo restringido al filo del mediodía, y nos preparamos para afrontar la última dificultad de la etapa: la subida de 3 kms. hasta Las Pajanosas. En esta subida, como no podía ser menos, Miguel lanzó un ataque final, al que no pude evitar responder, aunque al límite de mis fuerzas. Así, nos fuimos del grupo, para entrar en Las Pajanosas a la par. Sin embargo, Miguel no lo había dicho todo, y lanzó un demarraje final al que ya o respondí. Entramos en Las Pajanosas a las 12:15h, con Miguel en cabeza y yo a continuación; Sergio y José Antonio llegaron poco despues, con lo que dimos por concluida la etapa. Pero esta etapa se merecía un buen epílogo, en forma de unas impresionantes tostadas en un bar cercano. Una excelente manera de rematar la jornada.

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Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 40’983 km.
  • Distancia (según el GPS): 41’145 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 16m 09s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 2h 58m 0s
  • Velocidad media: 18’1 km/h
  • Velocidad máxima: 52’0 km/h
  • Pulsaciones medias: 147 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 182 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 1060 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1400 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 02m 46s
  • Consumo total de calorías: 3077 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 40BC

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Ruta del Agua – Estación de Gérgal

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27 sep 12 Etapa ciclista: Castillo de las Guardas – Cortafuegos – El Pedrosillo (09/09/2012)

El domingo 9 de septiembre volví a salir con mis compañeros de Sevilla. En esta ocasión se trató de una salida considerablemente más multitudinaria que la anterior: asistieron Sergio, que había demostrado un buen estado de forma en la etapa anterior, Rafa, que ese fin de semana se encontraba en Sevilla, Miguel, que se había estado preparando intensamente todo el verano en Granada, su amigo y vecino Ricardo, del Club Deportivo Tussam, y yo. Habíamos escogido realizar la etapa que realizamos -parcialmente- Rafa y yo en 2011.

Empezamos a rodar a las 9:00h, con una climatología que no cabe definir de otra manera que gallega: niebla, frío y humedad. La verdad, magnífico para rodar, pero no hacía sino recordar que el verano iba tocando a su fin. Encaramos la subida de la carretera del radar a un ritmo razonablemente tranquilo, pero que pronto empezó a dejar claro que Miguel iba como una moto, y que Ricardo no se quedaba atrás. Tomamos el desvío del radar y ascendimos por el camino, hasta llegar a la cerca que da entrada a la finca donde se alza. Allí volvimos a encontrar las marcas blancas y amarillas (sendero PR A-320), que nos confirmaron que íbamos por el trazado correcto. Atravesamos la finca, y tras encontrarnos con unas vacas, una guardesa nos confirmó que el camino era correcto, si bien al final de una bajada que teníamos que afrontar el camino discurría por la cerca de la derecha, no por la frontal. Hicimos la bajada, bastante divertida y con un buen nivel de agarre por la humedad, hasta llegar a la citada cerca.

Allí nos encontramos con un guarda que, tras unos intercambios de impresiones algo tensos al inicio, nos indicó el camino a seguir. Al parecer hay mucha gente que salta la cerca de frente, entrando en una finca que -según nos indicaba- es privada y no tiene camino público, discurriendo éste por su alrededor. Al no disponer de datos ni en un sentido ni en otro, y al permitirnos sus indicaciones llegar hasta nuestro punto de destino (Las Minas de El Castillo de las Guardas), fuimos por donde nos indicó. En efecto, en la zona las marcas blancas y amarillas habían desaparecido, pero las cancelas se encontraban abiertas al paso, tal y como el guarda nos había indicado. Pasamos por una zona de dehesa muy interesante, si bien tenía un pequeño problema: la gran cantidad de ganado que pastaba en ella. Tanto fue así que, asustadas por nuestra presencia, las reses poco a poco iniciaron una estampida que llegó a movilizar del orden de doscientas cabezas de ganado. Algo digno de verse, la verdad.

Tras pasar la finca de ganado, llegamos al camino que bordea el cerro que lleva a Las Minas del Castillo de las Guardas, justo a la altura de la fuente escondida (de cuya existencia, en ese momento, no tenía constancia). Entramos en la pequeña aldea, no sin antes detenernos para tomar la primera foto de la jornada, junto a la semiderruida iglesia minera.

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Atravesamos Las Minas y tomamos la carretera de Nerva, para abandonarla poco después camino de la aldea de El Peralejo. Fue una subida por carretera de algo más de 5 kms., en los que Miguel y Ricardo abrieron hueco rápidamente. Viendo que Sergio y Rafa se descolgaban, intenté ofrecerles primero una rueda para que pudieran enganchar, pero al no hacerlo, alcancé a Ricardo y Miguel para informarles de la contigencia. Pero Miguel no parecía por la labor de bajar mucho el ritmo, por lo que decidí acomodarme al suyo. Así pues, acabamos llegando a la par a El Peralejo. Unos minutos después llegaban Ricardo, primero, y Rafa y Sergio, después.

Hicimos un breve descanso, antes de afrontar lo peor. Y es que si la subida por carretera había sido dura, quedaba una verdadera pared de piedra por delante: teníamos que seguir ascendiendo por un muro de piedra, hasta la cima del puerto que tenía por buen nombre Puerto Mortal. Y es que lo era, sin lugar a dudas. Derrapando un poco en la salida logré afrontar el ascenso sin echar pie a tierra, al igual que Ricardo. Los demás sufrieron algo más, sobre todo al levantárseles la horquilla delantera. Y es que la pendiente no era para menos.

A partir de ahí teníamos por delante una bajada por pista pedregosa, primero, y cortafuegos, después. Miguel se llevó un susto en la pista pedregosa, dando con sus huesos en el suelo, sin más percance -por suerte- que magulladuras en los dedos de una mano. Tras ese tramo de pista salimos a un pequeño llano donde la pista se convertía en sendero, antes de dar con un cortafuegos que bajaba directamente hasta el arroyo de Peñas Altas. Un cortafuegos bastante engañoso, porque en su primer tramo no ofrece muchas dificultades, salvo una fastidiosa inclinación lateral, pero que en el tramo final es de los que obligan a bajar sillín y a no tirar demasiado de freno. Afortunadamente bajamos toda esa parte sin problemas.

Nos encontrábamos a esas alturas en una zona minera cercana a Nerva, aunque aún en la provincia de Sevilla. Habíamos cruzado el viejo trazado del ferrocarril minero de Nerva, y circulábamos por un sendero paralelo a la línea eléctrica de la zona norte de Huelva. Era un paisaje lunar, con una vegetación muy escasa, mucha piedra suelta, y grandes cortafuegos que atravesaban los cerros -ellos sí- cubiertos de pinos. Y no nos iba a quedar más remedio que subir por uno de ellos. Y así fue. A base de plato pequeño y piñón grande, Ricardo y yo afrontamos la subida del cortafuegos, que se hizo tremendamente dura. Pero era una subida en dos partes. Una primera pared para destrozarte, un pequeño descanso con descenso, y una segunda pared, algo menos dura que la anterior, que llevaba a la carretera de Nerva. Fue una subida muy dura, pero que afrontamos con calma y a ritmo, y que salvamos sin más incidente que una nueva caída sin consecuencias de Miguel.

Ya en la carretera hicimos una pequeña pausa para reabastecernos. Habíamos realizado la segunda de las cuatro subidas grandes que teníamos en el día, pero aún quedaban otras dos. No era cosa de reventar porque sí. Una vez finalizado el descanso, giramos a la izquierda, en dirección a La Aulaga, por la carretera, camino de nuestro próximo desvío. Recorrimos 1700 metros de carretera, antes de abandonarla por la derecha, por una pista que subía entre replantaciones de pinos por el cerro del Vicario. Allí giramos a la izquierda, camino de una antena de telecomunicaciones, donde nos hicimos una nueva foto. Para esas alturas del día, las nieblas se habían despejado, y el verano se volvía a dejar notar.

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Bajamos desde la antena hasta la carretera C-421, donde giramos a la derecha, en suave bajada. La recorrimos unos 500 metros, para desviarnos a la izquierda por una pista en bajada, que nos habría de llevar a uno de los lugares más bellos de la etapa: la cresta de la Sierra de Chiclana. Recorrimos una pista forestal que nos llevó en descenso por toda la cresta. A nuestra izquierda divisábamos la zona de La Aulaga, con sus plantaciones de pinos, y a la derecha la zona de dehesa del Puerto del Mochuelo. Era una zona espectacular.

Tras llegar al final de la pista, nos encontramos con dos alternativas: bajar hasta la casa del Jabonero por la misma pista que traíamos, y luego rodar por el Camino de los Camellos hasta el río Crispinejo, o bien acortar por un cortafuegos que bajaba por la Loma de la Dehesa directamente hasta el río. Y en vez de actuar como personas con sentido común, bajamos por el cortafuegos.

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Al principio la bajada no era especialmente complicada, era asumible, si bien la inclinación lateral hacía que fuera fácil acabar rodando por el suelo. Sin embargo, la cosa no tardó en ponerse complicada de verdad: una bajada con mucha pendiente, pendiente lateral, piedra suelta y roderas. Sólo Ricardo le echó valor para bajarlo casi entero.

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Tanto Miguel, Sergio y yo lo hicimos prácticamente entero andando. Rafa, por su parte, probó suerte. Pero se olvidó de regular su horquilla delantera en 120 mm. (la llevaba en 90 mm.) de recorrido, y acabó saliendo despedido por encima de la bici, con el resultado de magulladuras en el hombro, las manos despellejadas, y un fuerte golpe en la rodilla. Algo que le marcaría para el resto de la etapa.

Desde allí no teníamos muchas más alternativas. Tomamos una pista en paralelo al río (que se encontraba seco, pero que no dejaba lugar a dudas de que en las cercanías había minas de hierro, por el color óxido de su lecho) hasta dar con el Camino de los Camellos, que tomamos para cruzarlo. Subimos una loma para luego bajar, y tomar a mano izquierda un camino que nos habría de llevar directamente hasta la última parada de nuestra etapa: la aldea de El Pedrosillo. A esas alturas Rafa se estaba resintiendo bastante, por lo que tuvimos que acomodar el ritmo para hacérselo lo más fácil posible.

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Hicimos una última parada a la sombra, antes de afrontar la última subida del día. Se trataba de la misma carretera del radar que habíamos cogido al salir del Castillo de las Guardas, pero por su otra vertiente. Rafa empezó a sufrir sobremanera en esa subida a causa de la rodilla, así que no le quedó más remedio que parar, y pedirme que fuera a buscar su coche para recogerle. Ante ello, empecé a tirar con todo lo que pude para llegar al final de la etapa. Alcancé a Miguel, que se pegó a mi rueda, y ambos subimos a toda marcha hasta rebasar a Sergio y alcanzar a Ricardo, que nos esperaba en el cruce del radar. Allí bajamos los tres a toda velocidad hasta el Castillo, llegando al final de la etapa a las 13:40h, tras más de cuatro horas y media de recorrido. Sin pausa, cogí el coche de Rafa y volví sobre mis pasos, para recogerlo en la carretera de El Pedrosillo. De vuelta al Castillo de las Guardas, Ricardo, Miguel y Sergio nos esperaban en un bar, bebiendo zumo de cebada y comentando los avatares de la etapa que, pese a todo, había sido magnífica.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 39’600 km
  • Distancia (según el GPS): 40’107 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 38m 31s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 4h 29m 01s
  • Velocidad media: 15’0 km/h
  • Velocidad máxima: 59’1 km/h
  • Pulsaciones medias: 137 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 180 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 970 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1390 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 2h 57m 39s
  • Consumo total de calorías: 3667 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 82AA

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Castillo de las Guardas – Cortafuegos – El Pedrosillo

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27 sep 12 Etapa ciclista: Guillena – Burguillos – Castilblanco de los Arroyos (02/09/2012)

El domingo 2 de septiembre, y después de una larga temporada sin hacerlo, volví a rodar con mis amigos de Sevilla. Ya se acababan mis vacaciones veraniegas, y una manera como otra cualquiera de ir cogiendo el ritmo de trabajo era salir con compañeros de la oficina, por lo que no dudé en proponer una salida ciclista: finalmente de la oficina sólo acabó viniendo Sergio, aunque Pedro, después de mucho tiempo sin salir a dar pedales, se animó a salir a última hora. No era la etapa que yo hubiera escogido para volver a tomar contacto con la bici, pero ya era demasiado tarde -sábado a última hora de la noche- como para hacer un cambio de planes.

Así pues, quedamos en el polígono El Cerro de Guillena para hacer una etapa entre Burguillos, Castilblanco de los Arroyos y la propia Guillena. Aunque teníamos previsto empezar a rodar a las 9:00h, entre diversos avatares acabamos comenzando a rodar a las 9:35h, por la carretera que va en dirección a Burguillos. Pronto empezó a notarse que Pedro iba a sufrir considerablemente en esta etapa, por lo que procuramos adoptar un ritmo razonablemente relajado. Pero lo tardío de la hora tampoco nos dejaba rodar con toda la tranquilidad que hubiera sido de desear: era un día caluroso, y corríamos el riesgo de achicharrarnos por el sol.

Llegamos a Burguillos pasadas las 10:00h, y prácticamente sin pausa salimos en dirección norte por el camino que lleva a la zona de barbacoas de Burguillos. Allí empezamos la verdadera subida a Castilblanco. Poco a poco el camino se fue haciendo más empinado y el perfil más abrupto. Nos encontramos con un guarda forestal, que nos confirmó que, en efecto, el camino era público y no tenía problemas de paso hasta Castilblanco.

Una vez pasamos una cancela de palos que recordaba bien, empezamos la subida más dura de la jornada. O al menos, la que hubiera sido la más dura. La anterior vez que transitamos por allí era una subida trialera, con un perfil muy quebrado y técnico. Sin embargo, en esta ocasión no presentaba más dificultad que el desnivel, debido a que en fechas recientes alguien había pasado con una niveladora por la zona. Le habían quitado toda la diversión a ese tramo de la pista.

Una vez reagrupados en la cima, afrontamos una subida más suave, preludio de un falso llano que nos acabó llevando a un muro de piedra. Allí giramos a la izquierda, en paralelo al muro. Primero en bajada y luego en una subida exigente, que volvió a hacer que Pedro las pasara canutas. No en balde habíamos ascendido desde los 33 m. de altura hasta los 365 m. en apenas 18 kms.

Por último, acometimos la última subida de la jornada. Realizamos una bajada por piedra, justo antes de llegar a una zona de casa, antesala de la llegada a Castilblanco. Esa bajada -cómo no- dio paso a una fuerte subida, que marcó el punto más alto de la etapa: el Cerro de la Sierra.

Desde allí, bajamos a Castilblanco, y vista la hora, cruzamos el pueblo y tomamos la carretera de descenso hasta Burguillos, hasta alcanzar el desvío de la trialera del Camino de Santiago. Allí, cómo no, me preparé para dar lo mejor de mí mismo, aunque como era la primera vez que mis compañeros de pedaladas circulaban por la zona, afronté el descenso más relajado de que de costumbre. Fue una bajada divertida, como es usual, aunque Pedro, en la parte final, sufrió calambres en ambas piernas, que le obligaron a adoptar un ritmo más tranquilo. Finalmente acabamos bajando por la pista entre olivos para llegar al polígono de El Cerro. Dimos por finalizada la etapa a las 13:15h, aunque disfrutamos de unas revigorizantes cervezas en un bar cercano, antes de dirigirnos a nuestras respectivas casas para disfrutar del G.P. de Fórmula 1.

Los datos de la etapa son los siguientes:

  • Distancia: 37’145 km
  • Distancia (según el GPS): 36’498 km.
  • Tiempo de etapa: 2h 33m 50s
  • Tiempo desde el inicio de la etapa: 3h 30m 53s
  • Velocidad media: 14’5 km/h
  • Velocidad máxima: 50’2 km/h
  • Pulsaciones medias: 118 pulsaciones/min
  • Pulsaciones máximas: 171 pulsaciones/min
  • Consumo medio de calorías: 780 kcal/h
  • Consumo máximo de calorías: 1300 kcal/h
  • Tiempo en zonas de pulsaciones: 1h 33m 29s
  • Consumo total de calorías: 2734 kcal
  • Índice IBP de dificultad: 41BB

Y aquí está el enlace al recorrido de la etapa: Guillena – Burguillos – Castilblanco de los Arroyos

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