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22 ago 05 Crypto-net-omicon

Anoche soñé algo realmente raro. Era un espía, y la acción transcurría durante la II Guerra Mundial. Recuerdo que tenía que ayudar a escapar a prisioneros del campo de exterminio de Auswitch. Me había conseguido introducir en el campo a través de un sistema de túneles desde una mina cercana, y había conseguido hacer escapar a varios prisioneros. Una chica, rubia, jovencita y de piel blanquísima estaba intentando huir cuando la agarró uno de los guardias del campo. Tuvimos una dura lucha, durísima, a muerte. Durante ella, derribamos algunos de los postes de entibado del túnel, por lo cual éste empezó a desmoronarse, dejando atrapado al alemán. La chica y yo pudimos escapar.

Tras salir de la mina, nos escondimos entre los bosques, desde donde escapamos en una motocicleta que tenía preparada. Huímos hacia los combates, intentando pasar hacia las líneas soviéticas. Pero una granada de mortero estalló unos metros por delante de la motocicleta, y caímos al cráter.

Cuando desperté, había sido hecho prisionero por los nazis. Iban a fusilarme, por espía, obviamente. Me sacaron a un patio, y un pelotón de fusilamiento formó delante de mí. Y cuando el oficial al cargo de la ejecución iba a dar la orden de disparar, una voz los detuvo. No a todos, pues un soldado llegó a disparar, hiriéndome en la parte derecha del abdomen, justo por debajo de la caja torácica. La voz que los había detenido no pertenecía a un oficial, sino a un hombre de paisano. Ese hombre era mi amigo José Manuel Jiménez.

Tras llevarme a la enfermería, José Manuel me contó que trabajaba en un nuevo proyecto militar de los nazis. Habían conseguido desarrollar un sistema de comunicación invulnerable para los aliados, y él trabajaba en ello.
Lo llamaban Crypto-Net-Omicon.

Me llevó a una sala, donde varias decenas de personas se sentaban delante de pantallas… de ordenador. Era inaudito: tenía conciencia de ser parte del futuro, de saber que faltaban más de treinta años para que el ordenador personal fuera inventado, pero a la vez estaba ahí. Una arrogante mujer me mostró uno de los terminales… con Windows 98. Windows era una invención de los nazis. Estaban muy orgullosos, pero no pude contenerme, y me limité a decir que ya podrían haber desarrollado un sistema más eficiente, como Debian. Y los monitores eran de sólo 12”… pero a color. Era impresionante, los nazis con PCs en el 45.

La cosa no se detenía ahí. José Manuel me contó que lo verdaderamente importante es que habían conseguido era desarrollar una red de comunicaciones entre esos ordenadores. Era estremecedor: los nazis con internet. Sin embargo, era un sistema un tanto peculiar. Funcionaba sobre un protocolo similar al Token Ring, pero el tiempo de paso de testigo, es decir, cada cuánto podía un equipo acceder a la red era larguísimo, de varios minutos. Se debía a dos razones. La primera de ellas es que todos los sistemas de conmutación se basaban en las válvulas de vacío, lo cual reducía mucho el tiempo de respuesta, y para que el sistema fuera medianamente eficiente habían optado por proporcionar a cada equipo un tiempo muy largo. Y la segunda es que todas las comunicaciones eran codificadas mediante una máquina Enigma acoplada a la red. He ahí la explicación del nombre del sistema. Crypto por la máquina Enigma. Net por la red. Omicon, como referencia al Necronomicón, el libro de los muertos. Según me dijo José Manuel, los nazis aún esperaban poder ganar la guerra usando ese sistema de comunicación.

De repente, el techo tembló. El edificio estaba siendo atacado. Láminas de metal y de escayola empezaron a desprenderse del techo, reventando los monitores. La gente emprendió en medio del pánico la huida. Rápidamente José Manuel me guió hasta un pasillo que me conduciría a la salida. Aunque lo intenté, él no quiso acompañarme. Dijo que aún creía poder salvar el trabajo que estaba desarrollando. Argüí que él no era nazi, que no tenía por qué dejar la vida allí. Respondió que él no era nazi, pero que era un asalariado, y debía cumplir con su contrato. Acto seguido, volvió a entrar en la sala. Cuando intenté seguirlo para hacerle entrar en razón, un desprendimiento bloqueó el acceso a la sala.

Corrí por el pasillo. Busqué entre la gente a la chica rubia, pero no pude encontrarla. Remonté la marea de personas, y conseguí salir al exterior. El edificio era de ladrillo, color marrón oscuro, con grandes ventanales. Una reja de barras de acero rodeaba el perímetro del edificio, dejando un pequeño espacio para unos cuidados jardines. Más explosiones. El edifico estaba siendo laminado bajo el fuego de morteros. Corrí hacia el frontal del edificio, en dirección a la salida. Pude ver que, en la fachada, la palabra Ómicron en bajorrelieve parecía ser el nombre de la empresa que albergaba. Y, de repente, el techo del edificio se hundió. El fuego de mortero se detuvo.

Japoneses. Muchos soldados japoneses se apostaban en la calle. Poco a poco, se aproximaban al edificio. ¿Dónde estaba? ¿Alemania, Japón? ¿Por qué los japoneses atacaban a los nazis? Aquello no tenía sentido.

Y así, pensando que aquello no tenía sentido, desperté esta mañana. Una manera como cualquier otra de empezar el día.

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Comentarios de los lectores

  1. |

    Yo quiero fumar lo mismo que tú!! xDDDDDD

    Últimamente sólo sueño cosas estúpidas como cuando lo de aquella familia de coreanos que contratan a un asesino a sueldo para que se cargue al hijo… pero con la particularidad de que todos eran como el muñeco verde cabezón del msn :P

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  2. |

    Eso quiere decir que tampoco necesitas fumar muchas cosas.

    Y en cuanto a lo que me he fumado, ahí va la lista:

    * La Ecuación Dante (Jane Jensen)
    * En el blanco (Ken Follett)
    * El Guardián de los Arcanos (Paul Sussman)
    * El enlace sobre la máquina Enigma que puse más arriba
    * Arquitectura de Redes de Computadoras II (Universidad de Sevilla)

    Agítese en el cerebelo, y sírvase en estados de bajo nivel de consciencia (como durante el sueño).

    Bonita fórmula, ¿verdad?

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